Apuntes para un ensayo (1)

Vivo feliz la realidad cuando me sumerjo en la ficción. Desde allí puedo verlo todo con mayor claridad aunque no con la consciencia necesaria para discernir entre lo real y lo imaginario. Desde esa atalaya todo es más soportable y digerible, porque invento los mundos en los quiero vivir o, al menos, en los que menos repulsas siento de hacerlo. 

Vivo feliz en la ficción porque la moldeo y porque, en un sentido totalmente opuesto a la realidad, ésta me pertenece en su totalidad porque yo la creo y la destruyo a mi antojo, a mi apetencia, según mis necesidades. En la ficción, en la parte en la que nadie deberíamos vivir, me encuentro cómo, es un traje a medida que cambiar de aspecto, tejido y color según lo necesito. En la ficción me soporto y llego a entenderme, al contrario que en la realidad, donde no sé, todavía, quién soy.

Vivo feliz la realidad tejida con retales de ficción para hacerlo todo más llevadero, para que lo que me agobie lo haga de una manera suave y transitoria, que no deje más marca que la de haber pasado por allí y no la de la importancia, que esa marca es más difícil de lavar. Que sea una realidad simple y anodina y que cuando me queme me haga fácil la transición hacia ese mundo imaginario que creo cada día. 

Vivo feliz en la ficción porque allí parece que lo más suave es estridente, que lo más blanco es arcoíris, que lo más silencioso contiene ese dulce ruido de las cosas que gustan. No es un paraíso eterno porque de la ficción tienes que volver, debes volver, estás en la obligación de tocar de nuevo el suelo aunque no quieras mancharte los pies, pero debes hacerlo. Debes mancharte el cuerpo (¿y el alma?) para apreciar con mayor intensidad la pulcritud de ficción. Porque no olvides que es tuya y a nadie más le pertenece. 

Estos primeros apuntes para un ensayo son mi ficción de hoy donde me refugio de la realidad, en este vagón de metro atestado y caluroso que me lleva a esa parte de la realidad que me hace sentir como en mi más pura ficción. Mi hogar. Mi, con posesivo, porque también me pertenece, con todo lo que atesoro en él. 

Porque es mi realidad diaria que hace morir de envidia a mi ficción. 

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