Dando tumbos.

Sigo sin encontrarme y por eso decido salir a perderme. Quiero ser yo, sin excepciones, pero sigo sin saber quién soy, quién podría ser y quién seré, pero camino con una vaga idea de quién fui. Sigo sin encontrarme porque no estoy completo en ningún sitio y por eso, por propia voluntad, decido perderme. Quizá para encontrarme así, de esta manera, o para no volver.

Sigo sin tener claro el futuro cuando ya debería tenerlo amarrado. Será por eso que estoy perdido. Continuo perdiéndome entre esas voces internas que me alientan hacia la ruptura del ahora y la búsqueda de la felicidad (¿existe? ¿se alcanza?) que al menos por ahora sacie mi apetito, la sed, la rabia, esta sensación extraña de saber que algo te pasa pero no sabes qué es. Voy dando tumbos.

Sigo sin encontrarme, por eso hoy he salido a las frías calles a pasear por si en algún momento, por esas extrañas casualidades, me encontraba. Pero no fue así, solo me veía reflejado en los escaparates de las tiendas y los bares, solo reflejos de un conocido al que me cuesta reconocer. Solo ruido de coches y voces, nada de música, solo el brillo de las luces de Navidad, de las sonrisas forzadas. 

Sigo sin encontrarme, sin saber por dónde buscar. Por dónde tirar. De qué ideas desprenderme, de qué ataduras, de qué miedos. Ahora que debería tenerlo todo, ¿qué me falta? ¿Qué más necesito? ¿Qué me sobra? ¿Qué era aquello que una vez me prometí? No consigo recordarlo porque no sé si alguna vez me hablé lo suficientemente en serio. Quizá deba aprender a escucharme.

Sigo sin ver más allá de lo que veo a través de la ventana, más allá de los muros de cemento y hormigón, de las antenas, de las chimeneas, de las copas de los pocos árboles que aún conservan su pelaje. A lo lejos diviso mi infancia, otra vida, y reflexiono sobre si el quejarse por vicio es quejarse de veras o si es una falsa modestia. Pero los que estamos perdidos, en alguna esquina, podremos encontrarnos.

Mientras tanto, como digo, sigo sin encontrarme, sin sentir lo que siento, sin vivirlo, sin ser consciente de lo que pasa, que no es otra cosa sino el tiempo, no es otra cosa sino la vida. Y ella es más esquiva y rápida de lo que parece. Y a ella, por mucho que me lo recuerde, no me será fácil encontrarla en esta búsqueda si antes no me encuentro. Si antes no salgo de mi escondite. Sin antes olvidarme de los condicionales. 

Pero mientras ese encuentro llega, sigo sin encontrarme.

Sigo. Pero perdido. 




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