Diferencias.
Somos
diferentes, aunque hagamos las mismas cosas. Pero le ponemos algo nuestro, un
toque, una manía, un hecho diferencial. A ti el café de la mañana te gusta con
sacarina y yo lo tomo solo. Tú desayunas en silencio y yo me pongo la radio.
Envuelves el táper en papel fil y yo me arriesgo a que se me abra en la
mochila. Hacemos las mismas cosas, pero
somos tan diferentes que parecemos especies diferentes que comparten un mismo
entorno. Quizá no te importe madrugar y yo lo odio, sales a la misma hora de
casa todos los días y para mí el tiempo es únicamente un concepto. Siempre
llevas perfume y a mí se me olvida a veces. Colocas las camisas por colores y
tejidos y yo no siempre las plancho. En el Metro vas siempre de pie y yo me
siento hasta en el suelo si no hay sitio. Dejas salir antes de entrar y yo
atropello porque siempre voy con prisa. En el trabajo llevas una agenda
perfectamente planificada y yo tengo la mesa llena de posits y papelajos. Siempre
hablas con educación y sosiego y a mí me salen palabrotas en cada respiración.
Comes pausado y yo devoro, lees mientras lo haces y yo veo vídeos en Youtube.
Somos tan diferentes, aun compartiendo el mismo espacio físico, que me irrita
tu perfección y me queman mis desastres.
Al
final del día sigues oliendo bien y estás bien peinado y yo parezco un panda
que ha hecho tres jornadas seguidas del Camino de Santiago. Pequeñas
diferencias, eso es lo que nos define y diferencia. Llegas a casa y lo tienes
todo preparado, la cena y la comida del día siguiente porque mientras el
domingo yo estuve todo el día de vacaciones tú perdiste la mañana entera
organizando ese aspecto. ¿Nadie te ha dicho nunca que eres desesperante? Por la
noche ves una serie o algún programa, pero a las once te vas a la cama para
seguir con el libro y coger pronto el sueño. Necesitas tus siete u ocho horas
de sueño. Compruebas dos veces la alarma en el móvil. ¿Que qué hago yo en ese
tiempo? Ceno cualquier cosa, intento poner orden en casa, mal preparo la comida
del día siguiente y veo la televisión hasta que me quedo dormido. No reviso la
alarma porque lo más sensato que hago es tener siempre programadas dos, con un
intervalo de diez minutos entre ambas. Muchas mañanas amanezco en el sofá. En
fin.
Eso
es lo que nos diferencia, aunque seamos la misma persona, defendemos esa
dualidad diferente entre el orden y el caos, entre lo lógico y lo irracional,
entre lo correcto y la improvisación. Somos la misma persona y lo que hace el
uno lo ansía el otro y viceversa. El disperso quiere ser el centrado y el lógico
y éste quiere ser más libre y espontáneo. Ambos quieren se la otra parte, pero
sin dejar de ser quienes son. Ambos, en realidad, son las dos partes, pero no
se dan cuenta, o no quieren verlo, se hacen los suecos, los locos, los longuis,
no quieren constatar la evidencia. Porque ambas partes, que viven en un solo
cuerpo, entran en lucha constante cada día, en una lucha encarnizada pero
legal, un duelo a espada con nobleza, con respeto. Dos contenidos claramente
diferenciados pero compatibles en un mismo frasco. Y éste, que los sustenta, no
sabe qué hacer, a quién hacer caso, por quién decantarse. ¿Quién es el menos
malo de los dos? ¿A quién me debo arrimar? ¿Cuál de los dos mejor me
representa?
Y
mientras tanto, uno que quiere marcharse y otro que dice que aquí no se está
tan mal.
Y
yo sin saber, mientras tanto, por cuál apostar.
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