Caminos.

Todos los caminos, le dijo, me llevan a ti. Todos los sonidos, a tu nombre y a tu voz. Todos los olores me llevan a tu cuello. Todos mis minutos pasan con los tuyos. Todo cuanto dices, siguió diciéndole, tiene sentido y lógica en un mundo donde nada parece tenerlo. Todos mis nervios acaban en tu calma y todas las madrugadas empiezan a tu lado.

Eres parte imprescindible, le dijo ahora mientras sujetaba sus manos, en un momento donde todo parece sobrar y faltar al mismo tiempo. Es tu mirada un refugio, un mar de brava tranquilidad donde las respuestas están pero solo hay que buscarlas. Todos los caminos, incluso los que todavía no he recorrido ni sé todavía si recorreré, me llevan a ti y me llevan contigo. Todas las cosas me recuerdan que estamos juntos (en ese momento le acarició la mejilla) y que conocernos no fue una simple casualidad. 

No todos mis desvelos llevan tu nombre pero sí los que más tiempo duran. No todos los suspiros son por tu causa pero sí los que no llevan lágrimas asociadas. Pero sí todos los caminos me llevan de tu mano porque creo que no tendría mejor apoyo ni sustento cuando tropezara y tuviera que levantarme. Todos los futuros que puedan existir lo hacen porque en el presente estamos juntos y porque el pasado tuvo la brillante idea de juntarnos en un lugar concreto, en un momento preciso, en unas circunstancias especiales e idóneas para que todo esto tuviera sentido.

Todos los caminos, le dijo ahora después de darle un beso, son y serán complicados, pero podría recorrerlos a ciegas sabiendo que al final de cada uno de ellos tú me esperas, los recorría descalzo o como tuviera que hacerlo a sabiendas de que todo el esfuerzo merecería la pena. Todos mis latidos se combinan con los tuyos y todos mis pensamientos son compatibles con lo que puedas pensar. Haces grandes las pequeñas cosas que nos rodean y pequeño cualquier problema que pueda asaltarme. Eres, continuó diciendo, prosa y verso a partes iguales, paz y guerra al mismo tiempo, noche y día, luz y oscuridad, exageración y exactitud, norte y sur. Eres tantas cosas que si me preguntaran que para mí qué eres, así de primeras, no sabía qué responder. Pero sí podría responder que sin ti, sin todos esos caminos que me llevan a tu orilla, yo sería poco más que lo que era antes de conocerte.

Todos los caminos me llevan a ti, le dijo antes de pasar de las caricias a los abrazos, y esta vida no es otra cosa que no sea caminar y estar en movimiento, pero con un sentido y un criterio que le dé validez a cada paso, que seamos capaces de reconducir los pasos si en algún momento nos perdemos. Por eso creo que todos los caminos me llevan a ti, porque cuando estaba perdido, nos encontramos y supiste reconducirme para que no volviera a desviarme. Todos mis caminos son ahora transitables porque tú les has dado ese don, esa capacidad, esa cualidad. Sobre todo porque tú me hiciste ver que tenía que cambiar la manera de caminar y que contigo daría unas pisadas más seguras.

Todos los caminos llevan tu nombre. Por eso me gustaría preguntarte si quieres caminar conmigo el resto de la vida, en todos esos futuros que antes mencioné (aquí el rubor hizo que tartamudease pero siguió firme en sus intenciones).

Ella, que le escuchaba absorta en lo que estaba sucediendo, le besó con la dulzura ya casi olvidada de la primera vez, del primer beso, del primer candor. Cómo no iba a querer hacerlo, le respondió con una amplia sonrisa, si has conseguido que crea que todos los pasos que he dado hasta hoy irremediablemente me conducían a estar contigo.

Si cualquier momento o instante de nuestras vidas están predestinados desde el momento en que nos vimos por primera vez. Los que fueron y son.

Y sobre todo los que serán.


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