Ilusión.

Reivindico el derecho a ilusionarse. A creer que un día soleado de febrero anuncia la llegada de la primavera. A que verdaderamente cantas bien aunque tu público sean únicamente los botes de champú. Reivindico el derecho a ilusionarnos si vamos tres semanas seguidas al gimnasio y en el espejo nos vemos un tipín interesante. A pensar que cocinamos bien pero a nuestro estilo. A creer que en el futuro todo nos irá mejor. Que el pasado, finalmente, lo hemos superado. Reivindico el derecho a ilusionarnos por cualquier cosa y sin mayor justificación. 

Reivindico el derecho a la ilusión, aunque nos obliguen a creer que lo real sigue siendo lo más objetivo. Reivindico el derecho a creer que los sueños se cumplen. A creer que recorrer el mundo está al alcance de todos. A pensar que comer fruta de manera compulsiva no hará vivir cien años más. A ilusionarnos pensando que la reencarnación es real y volveremos después de un largo destierro. Reivindico el derecho a ilusionarnos cuando nos dicen que tanto esfuerzo merecerá la pena. A ilusionarnos mientras esperamos una llamada que parece no llegar. A ilusionarnos creyendo que el amor existe y que es para todos. Lo reivindico totalmente convencido de que la ilusión es lo que nos mantiene vivos.

Por eso lo reivindico. El derecho a ilusionarnos. El derecho a creer que en el Olimpo de las grandes personalidades hay un pequeño rincón para nosotros, aunque sea en una esquina o bajo la ventana, pero un rincón entre lo más importantes. Reivindico el derecho a ilusionarnos con que algún día firmaremos libros en El Retiro, a que tendrás esa librería que tanto deseas, a que marcarás un gol en el minuto noventa, a que inventarás la cura contra todas las enfermedades morales de la humanidad, que hablaremos idiomas de manera fluida. Reivindico el derecho a ilusionarse como forma de sobrevivir. Como forma de darle a todo un sentido que parece que no lo tendría de otra manera. Reivindico tu derecho a que te sientas y creas especial por el simple hecho de existir y ser consciente de ello. A ilusionarte creyendo que las casualidades existen, que el destino existe, que en las estrellas puedes verlo. Reivindico tu derecho a ilusionarte inocentemente por cualquier cosa, por ingenua que sea. Ilusionate. Esa ilusión te pertenecerá. Y nadie, jamás, podrá quitártela.

Reivindico el derecho a ilusionarnos, aunque nos llamen ilusos, aunque nos tilden de locos, de irreales, de novelescos, especulativos, de chalados, de chiflados, de tontos. Reivindico nuestro derecho a que nos ilusione el olor de un nuevo suavizante, o la idea de llegar a casa y tener la suerte de compartir esas paredes con alguien, a que te ilusione empezar una hoja nueva del cuaderno, a ilusionarte aunque seas adulto por la llegada de los Reyes Magos, a que te ilusionen las pequeñas cosas como estrenar una camiseta, 

A creerte que un quizá esconde un sí, a que un ya nos veremos oculta una promesa, a que un jamás te olvidaré se prolongará hasta la eternidad, a que un adiós en realidad disfraza un hasta luego, que ojalá conlleva un cumplimiento, que un nunca en realidad quiere decir mañana. Ilusiónate con aquello que te haga feliz, aunque sea de manera transitoria. Pero ilusiónate.  


En este breve manifiesto reivindico el derecho a no dejar de ilusionarnos. A perder el tiempo persiguiendo mentalmente un sueño, a alcanzarlo y a imaginar cómo lo celebrarías. Reivindico tu derecho a alimentarte de ilusiones cuando más lo necesites. Reivindico el derecho a ilusionarnos. En estos tiempos en que todo parece complicado, la ilusión lo simplifica todo. Y nada más.

Reivindico nuestro derecho antes de que alguien nos lo prohiba.

Antes de que ilusionarnos ya no sirva para nada. 


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