Fraccionable.


Todo es divisible, menos la carne. Puedes tener el alma dividida, el corazón, los sentidos, lo que sientes, lo que sentiste, lo que sentirás. Todo es indivisible menos tu cuerpo. No puedes, por mucho que lo desees, estar en dos sitios a la vez. Por mucho que los ames con la misma intensidad, por mucho que te sientas de allí y de aquí, que sueñes con un lugar mientras recorres el otro, que pienses en ese otro cuando estás en aquel lugar. Todo es divisible, menos tu cuerpo, que en el espacio y en el tiempo solo puede estar en un único lugar.

En el cuello de una hueles el perfume de la otra, y viceversa. Y cuando miras lo ojos de la primera ves también los de la segunda. Y viceversa. No puedes dividirte, te lamentas, no puedes estar en dos sitios a la vez por mucho que tu alma lo haga, que tu corazón lo haga, que tu mente lo haga. Tú, estúpido ser terrenal, no puedes dividirte. No puedes hacerlo por mucho que lo sueñes, por mucho que lo desees. Porque no siempre querer es poder, no sigas creyendo en eso. Porque todo es divisible, menos la carne. Porque por mucho que oigas los ruidos cotidianos de un lugar mientras paseas por el otro podrás sentirte en este, ni por mucho que compares atardeceres podrás disfrutar de los dos al mismo tiempo. Te centras en esa querencia de abrazar dos cuerpos creyendo que es posible, pero no, desengáñate, no puedes hacerlo. 

Vives, mentalmente, entre dos islas, yendo de una a otra, nadando de una orilla a la otra sin querer alejarte demasiado de ninguna pero queriendo estar lo más cerca posible de las dos. Pero entre brazada y brazada descubres que el cuerpo no te da más de si, que tus brazos tienen un límite, que tus dedos son cortos, que, al menos por ahora, tienes que sentir la arena de una sola en tus pies cuando tú, lo que realmente deseas, es estar aquí y allí al mismo tiempo, ir y volver, saltar de un lado para el otro, de una orilla a la otra, cambiar las aguas calientes del asfalto por las ondas tenues del río. Cambiar el llano por las pendientes y las pendientes por el llano. Cambiar las callejuelas por las grandes avenidas y las grandes avenidas por las callejuelas. Estar un día aquí y dos allí y dos allí y tres aquí. Tener siempre un billete de ida y vuelta en el bolsillo. Tener muchos billetes en todos los bolsillos. Tener la capacidad de dividirse.

Pero no todo es divisible. El cuerpo, a fuerza, pertenece a un único lugar, a aquel en el que pueda estar en un momento concreto. Estás aquí y ahora, no estás allí, no puede estarlo. Tu mente, piensas, sí puede viajar, tu corazón, sabes, pertenece ya a dos lugares y ama en la misma intensidad a ambos. Recuerdas lo vivido en cada sitio. Sueñas lo que vivirás en cada uno. Sabes que ya no perteneces a ningún sitio en particular porque dos lugares viven en ti, te pertenecen. Y tú perteneces a los dos en la misma medida. 

Quieres ser nómada en dos lugares y asentarse en los dos. Que los límites del territorio no existan. Que pertenecer a dos mundos no sea simplemente algo emocional, una quimera. Que ese sentimiento sea algo verdaderamente tangible. Que el anhelo sea realidad. Que las distancias se superen en un abrir y cerrar de ojos. Que la indecisión tenga sentido.Que ser de un lado y del otro forme definitivamente parte de tu personalidad. Tener un doble sentimiento de pertenencia. Que seas tú mismo en dos lugares. Y que esos dos lugares sean en ti. Ser capaz de dividir todo lo que eres. 

Todo es divisible, menos la carne. Por eso siempre debes tener los bolsillos preparados. Para llenarlos de billetes de ida y vuelta.

Siempre debes estar preparado para vivir entre dos orillas. 

Y aprender a dividirte. 




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