Yo. Sin mí.

Ahora que cada vez es más fácil conocer la vida de los demás, lanzo una pregunta sencilla, rapidito y al pie, que hoy es lunes después de varios días festivos: ¿te has parado un momento a pensar quién eres tú? Sí, quién eres tú para ti mismo, si te has espiado, si te has tomado tiempo para saber quién eres, qué te gusta, que hacías antes que ya no haces, qué quieres ser de mayor, por qué te ahogan los olores dulces, por qué crees que te gusta el cine o por qué siempre pierdes las llaves. ¿Te has parado a pensar que, quizá, no te conoces en absoluto y que, quizá, nunca lo harás? Incluso podrías llegar a odiarte y que no te gustase nada de lo que representas, pero ese riesgo hay que tomarlo. Entonces, llegados a ese punto, en el que nos tuviéramos que culpar de todo lo que nos pasa, ¿qué haríamos? ¿Alguna vez te has parado a pensar qué podrías hacer si algún día descubres que en el fondo no somos seres tan maravillosos como nos gusta aparentar?

Porque lo más sensato sería dejarnos de hablar, hacernos el vacío, ignorarnos por la calle, no devolvernos el saludo, interrumpirnos cuando hablamos porque no nos interesa lo que nos estamos contado. Lo más fácil sería ignorar nuestras llamadas, nuestros mensajes, menospreciar nuestras historias, nuestros éxitos, despreciar nuestras invitaciones, criticar nuestros gustos, subestimar nuestras capacidades, fingir atención extrema cuando nos estamos contando lo que hicimos en nuestras últimas vacaciones mientras deseamos en nuestro fuera interno que nos callemos y nos vayamos. Podemos hacer muchas cosas, aquí solo anoto algunas. Porque también podemos dejar de seguirnos en redes sociales, no aceptar nuestros pedidos de amistad, bloquear el Whatsapp para que no podamos escribirnos, convertirnos en una sombra para nosotros mismos, inventarnos que tenemos que cuidar a nuestros abuelos si alguna vez nos invitamos a ir al cine. Podemos cruzarnos de acera si nos vemos a lo lejos, sentarnos en los últimos asientos del bus si nos vemos subir en la próxima parada, felicitarnos el cumpleaños tres días más tarde, decirnos que ya tenemos planes si nos proponemos un viaje. Todo vale, cualquier cosa será válida y lícita si con ello provocamos el huir de nosotros mismos. Porque no nos gustamos, porque después de tanto tiempo nos hemos dado cuenta de que no nos gustamos y que tenemos que alejarnos de nosotros mismos. Triste, pero real, porque tampoco el amor propio puede durar toda la vida. 

Pero también podemos hacer todo lo contrario e intentar comprendernos, ayudarnos a cambiar lo que no nos gusta, ir a pasear por el parque y hablar, escucharnos, compartir pipas y refresco, reflexionar con ese yo que no nos gusta, que consideramos incompleto, vacío, pobre, mentiroso, demasiado soñador, demasiado idealista, demasiado pesimista, demasiado inconformista, demasiado tonto a veces y a veces demasiado listillo. No tenemos término medio y un día nos comemos el mundo y al otro nos agobian los michelines. Esta opción es más pesada, más costosa, implica un esfuerzo que ni por nosotros mismos estamos dispuestos a hacer porque en el fondo, podemos confesarlo, no queremos conocernos, nos da miedo hacerlo, conocer nuestros defectos, la imagen real que proyectamos al mundo, nuestros miedos e inseguridades, nuestras carencias, tomar conciencia de lo poco que potenciamos nuestras capacidades. Puede ser que la pereza nos venza y no hagamos caso a los mantras que nos alientan a conocernos a nosotros mismos para comprendernos. ¿Para qué queremos comprendernos si, posiblemente, hacerlo nos lleve a repudiarnos? Bueno, tampoco seamos tan negativos, alomejor si nos conociéramos veríamos que, en el fondo (no todos, hay mucho cabrón suelto) somos buena gente y merece la pena tomarse un café con nosotros mismos. Quizá la cuestión no sea el quiénes somos, sino el quién podemos ser. A partir de ahí, todo lo que venga, será para sumar.  

Pero puede que también no conocer a nuestro verdadero yo nos ayude a sobrevivir. 

Porque vivir en la ignorancia, aunque sea un par de días, puede darnos muchas alegrías.


Comentarios

  1. Me ha gustado mucho. No sé si tomaría café conmigo mismo, pero es bonito pensar en esa cueva que es tu mente, y saber que tienes toda una vida para adentrarte por pasadizos desconocidos de tus pensamientos, que pueden llevarte a alcanzar tu mejor yo o dejarte atascado para siempre.
    ¿Crees que tras toda una vida alguien puede realmente conocer a alguien al 100%?

    Concepto: Usshak

    ResponderEliminar

Publicar un comentario