Explicar lo inexplicable.
Cómo se lo explicamos a los
niños, que el mundo no es tan bonito como pueden imaginarlo desde su infantil
inocencia. Cómo le explicamos que incluso en verano puede llover y estropear
una tarde juegos. Cómo les explicamos que a veces no es buena idea ir al parque
y que los pasos de cebra no protegen de nada. Cómo les explicamos un mundo que
ni siquiera los adultos tenemos la capacidad de comprender, únicamente de
corromperlo y hacerlo feo, frío, distante, destructor, incómodo, poco apetecible.
Poco humano.
Cómo le explicamos a los niños
que no todas las personas que sonríen son buenas, que no todas las personas que
no lo hacen son malas, que no todos los mayores son aburridos, que no existen
los Reyes Magos ni el Ratoncito Pérez. Cómo seríamos capaces de explicarles que
existen cabrones y cabronas, desgraciados y desgraciadas, hijos de puta e hijas
de puta, que las guerras son de verdad y que no tienen ninguna lógica, que
otros de su misma edad pasan hambre porque toda la comida que hay en el
supermercado no alcanza para que eso deje de pasar. Cómo les explicamos que la
muerte es real, que no hay un cielo para los perros, que seremos tan viejos
como los abuelos, cómo le explicamos que la soledad puede no ser del todo mala,
cómo les explicamos que la gente sufre, que el sol no se esconde al final del día,
que la luna es más grande que la Tierra por muy pequeñita que la veamos, cómo
les explicamos que el ser humano es capaz de, con sus manos, crear música o
poesía y con las mismas herramientas crear bombas. Cómo les explicamos que en
algún momento perdimos el norte y andamos sin rumbo, que la primavera ya no
existe, que la melancolía es el mejor traje de los domingos.
Cómo les explicamos a los niños
que nos inventamos mil maneras de explicarles la realidad para que no vean que,
a veces, es horrible, pero que por suerte aún nos queda el amor. Cómo les
explicamos que existe, que es real, que puede salvar vidas, que puede
completarlas, que puede darles sentido, que gracias a él nos despertamos cada
mañana, que nos da fuerza cuando nos flaquean las piernas, que el amor es limpieza
moral, tranquilidad espiritual, que incluso en los peores momentos nos da
razones y certezas, que el amor lo puede todo pero que es imposible que alguien
quiera tanto a otra persona que por ello le quite la vida, cómo les explicamos
que eso no es amor, que eso es maldad, malicia encarnizada, crueldad inmoral,
la depravación de un sentimiento tan puro que debería estar recetado por todos
los médicos.
Cómo les explicamos que si les protegemos tanto es porque
desconfiamos del mundo que los mayores estamos creando, porque somos
conscientes de los peligros que nosotros provocamos y favorecemos, que
lamentamos que el mundo esté loco pero que nosotros somos quienes provocamos
esa locura. Cómo le explicamos que los humanos no pueden volar como los
pájaros, que no existen los ángeles ni los fantasmas, que el fútbol dejó de
pertenecernos, que no pasada nada porque un niño juegue con muñecas, cómo les
explicamos que a veces papá y mamá se pueden volver locos, cómo les explicamos
que el tiempo pasa sin que nos demos cuenta y que vivirlo es la prueba más
evidente de ello.
Cómo les explicamos a los niños
que en cualquier momento ellos mismos pueden perder la dulce bondad que les
caracteriza y convertirse en un ser despreciable, en un ser mezquino, en uno de
esos mayores que perturban la tranquilidad. Cómo les explicamos que la vida no
es justa pero que siempre tendremos el adquirido derecho de tener una segunda
oportunidad, cómo los explicamos que lo que nos diferencia de los animales es
la capacidad de reflexión y que es, seguramente, la que puede salvarnos.
Cómo les explicamos a los niños las cosas que
ni nosotros mismos somos capaces de comprender.
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