Año nuevo.

Antes de que nuestras manos hablen de quiénes fuimos y desaparezca del todo la cara del niño que dejamos de ser, vivamos. Antes de que el cuerpo se convierta en un interrogante del que no sabremos la respuesta y las piernas no nos responsan como siempre, vivamos. Antes de que solo hablemos del pasado y el futuro sea un verbo incierto, vivamos. Antes de morir, vivamos. Vivamos mientras lo hacemos, mientras aún nos quede tiempo para hacerlo y disfrutarlo. No, este no es un canto desesperado sobre el final sino más bien apología clara de la misma vida, sobre el durante y el mientras, sobre el ahora, algo así como un recordatorio para recordar que tenemos vida,  parecido a un estado de introspección analítica de lo que necesitamos (un servidor el primero), una alarma para que seamos conscientes de que tenemos vida aunque a veces, por la causa que sea, se nos olvide. 

Antes de que el jazz deje existir o deje de gustarnos y cualquier ruido nos moleste, antes de afirmar que la tele de antes era mejor que la de ahora o que el cine antiguo tenía más sentimiento que el actual, antes de que olvidemos cómo se usa un peine, vivamos y hagámoslo disfrutando de ello. Antes de que ocho horas en una oficia se conviertan en nuestro única realidad, antes de que se nos marchiten las ganas de hacer cualquier cosa, antes de que ser libre sea una quimera, vivamos, pero vivamos bien, vivamos con la conciencia de saber que vida no hay más que esta que ahora, en este instante, tenemos que vivir al máximo y sin restricciones. Vivamos, vamos a recordar cada mañana que tenemos que hacerlo.

Vivamos antes de que perdamos el gusto y el tacto, de que el oído deje de funcionar y nos cueste mantener el equilibrio, vivamos antes de convertirnos en ancianos de treinta y cinco años y vivamos por y para las obligaciones. Antes de que el calendario se convierta en una espiral de hojas que caen sin la magia campestre del otoño y cambiemos cien veces la pila del reloj, vivamos. Antes de que nos sea difícil leer y no tengamos pulso suficiente para escribir con letra legible una nota de amor, antes de que todas las noches nos parezcan la misma y nos dejen sin aliento los estornudos y las alegrias se multipliquen, vivamos. Antes de recordar nombre de ríos que ya no existen y de olvidar fechas importantes, vivamos. Antes de que se nos olvide por completo que estamos vivos, hagamos el esfuerzo de recordar que lo estamos.

Antes de que los viajes nos cansen incluso en el mismo instante de pensarlos, antes de que las Navidades no nos ilusionen, antes de que con cuarenta años hayamos dejado de hacer listas interminables de sueños inalcanzables que algún día conseguiremos, vivamos. Antes de que sea irremediablemente tarde, ¿qué tal si probamos eso de vivir? ¿Y qué tal si lo probamos con intensidad, con fuerza, con consciencia de lo que estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo? ¿Qué tal si nos olvidamos y desprendemos de lo que nos esclaviza y, a nuestra manera, revivimos? ¿Qué tal si hacemos de cada día un fin de semana completo? ¿Qué te parece si al año nuevo le pedimos más ganas de vivir y más oportunidades para hacerlo? ¿Qué tal si, como ya te dije, mandas lo que te jode a tomar por culo y empiezas de cero? ¿Qué te parece si, de ahora de adelante, coleccionas vivencias y te olvidas de los condicionales?

Por si no te lo había preguntado, ¿qué tal si desde ahora te da por vivir?




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