Expectativas que decepcionan
Realmente la culpa es
nuestra y solo nuestra, por mucho que nos afanemos en decir que la culpa es de
aquel o de aquello otro. Déjate de
tonterías, asúmelo. La culpa no está repartida. Me refiero a que la culpa es
nuestra y solo nuestra cuando las expectativas no se corresponden con la
realidad, porque solo nosotros las inventamos pensando en que lo que vendrá
será la leche. Pero no siempre es así. Y de esa decepción únicamente nosotros
tenemos la culpa.
Porque todos los
hacemos, el crear altas espectativas sobre aquello que esperamos, por insignificante
que sea. Por ejemplo, el café que tengo delante. Hace quince minutos deseaba
tomarlo, pensé en cómo me sentiría al hacerlo, degusté mentalmente su sabor,
pude incluso sentir el calor descenciendo por la garganta. Pero no ha sido como
imaginaba y claro, me ha decepcionado. Y tú te preguntarás, ¿tanta decepción
puede ocasionar un mísero café? Déjame decirte que sí, que por muy pequeño que
sea decepciona, porque vivimos de la ilusión que producen las pequeñas cosas y
si éstas decepcionan, las mayores por lógica también lo harán. Un abrazo es
algo insignificante pero su capacidad de decepcionarnos si no es como
esperábamos es enorme. Un beso, ídem. Un saludo, también. Un reencuentro, de la
misma manera. Un conversación. Un apretón de manos. Comprarse unas zapatillas.
Estrenar un camisa. Un película. La cena en aquel restaurante. Un libro. Todo
son pequeñas cosas, pequeños gestos, pero que en nuestra cabeza idealizamos de
tal manera que después la realidad no nos devuelve esa misma sensación. Y de
eso solo nosotros tenemos la culpa.
Entonces haces balance.
Y en un lado del papel escribes las decepciones y al otro lado lo que tendría
que haber sucedido. Y llegas a la conclusión de que todo es una sucesión de
pequeñas decepciones provocadas por unas enormes expectativas que al final, por
aquello de sumar y sumar, es mejor no pensar que en el futuro pueden llegar
cosas realmente buenas y puedas, de esa manera, salir de esta jaula donde vives
preso desde hace tanto tiempo. Porque sabes que si las pequeñas cosas
decepcionan, pensando en algo grande puedes llevarte una buena hostia. Por eso
te tomas el café, lo pagas, llevas incluso la taza a la barra para que el
camarero no tengan que moverse y comienzas a pensar en el próximo café. Y
vuelta a empezar.
Vuelves a pensar que en
cualquier momento un detalle puede cambiarlo todo, que cualquier pequeñez dará
un giro radical a tu vida. Pero cuidado, piensas en voz baja, tampoco te lo vayas a creer,
mira lo que pasó la última vez, ¿acaso lo has olvidado? Será mejor que no lo
hagas. Será mejor que no lo olvides.
Pero por suerte hay pequeñas
cosas que nunca decepcionan.
Solo hay que saber
encontrarlas y no perderlas.
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