Empatía.

             El problema de la empatía es que no tiene cura. El problema es que por empatía te duelen cosas que no deberían importante. Qué te importa a ti, te preguntas, que el señor del quiosco tenga esa cara de aburrimiento. No te importa nada. Pero le has mirado fijamente. La empatía te la juega y acabas comprando el periódico. Al menos, piensas, ya ha hablado con alguien esta mañana. Tampoco debería importante que esa pareja de turistas anden perdidos sin entender el mapa, pero aún así te acercas y con ese inglés mohicano les ayudas porque te dieron pena y pensaste que en su lugar te gustaría recibir la misma ayuda. La empatía volvió a hacer de las suyas, exactamente igual que cuando viste de lejos la mirada triste del camarero hacia su bar vacío y decides tomarte un café y dejar que el hombre te explique el por qué la vida está como está. Al menos el hombre se ha desahogado como a ti te gustaría hacer en esa misma situación. Vuelve a suceder lo mismo cuando le dices a la cajera del supermercado que no hay prisa cuando el lector no funciona y la gente de la fila comienza a impacientarse. Relax señores, dejemos tranquila a la chica, ella no tiene la culpa. Y si tienen mucha prisa haber venido antes. Dichosa empatía, de que poco nos sirves muchas veces. Como cuando esta mañana te pidieron dinero en el Metro y aunque no creíste la historia pues diste un euro porque hablaba de niños pequeños y no se puede tener más empatía (o lástima o cómo se llame ese sentimento) que imaginarse lo que puede sentir un niño que no entiende lo que sucede y ve a sus padres llorar porque ellos no pueden explicárselo. En serio, no jodáis, algo se podrá hacer. En fin, empatía, qué más se puede decir.

            Septiembre es, quizá por tanto sol, el mes de la empatía, por aquello de seguir creyendo que es verano y que en verano somos siempre más felices.

            Y al cabo de unos minutos te descubres con un periódico que no vas a leer, pensando que podrías haber indicado la dirección de otra manera, con la boca reseca del café que tomaste sin ganas, con la compra mal colocada en la bolsa (que ahora cobran a diez céntimos, pero de eso ya hablaremos), pensando a dónde irá ese euro que diste, y te observas en un escaparate y te preguntas quién fue quien te fijó el precio por renunciar a tus sueños y por qué eres incapaz de sentir empatía por ti mismo, cuando eso sería lo más fácil. Al menos lo más directo. Lo más lógico. ¿Por qué somos incapaces de sentirla por nosotros? ¿Será que nos caemos mal o somos incapaces de oír lo que sentimos? ¿O será que ya nos tenemos demasiado escuchados como para tenernos empatía? ¿Será que siempre estamos repitiendo lo mismo hasta tal punto de aborrecernos y, por eso, ser incapaces de empatizar con nosotros mismos? ¿Será que tenemos que dejar de hablarnos?


            Septiembre es, quizá porque aún resiste el Sol, el mes de la empatía, por aquello de seguir creyendo que es verano y que en verano, donde mueren los relojes, somos siempre más libres.

Comentarios

  1. Si no te conocieras y te vieras en una librería o cafetería ¿Crees que te gustaría saludarte? ¿Crees que podrías hacerte amigo tuyo?. Yo sinceramente creo que me gustaría como amiga, pero a ratos :)
    Empatía y sensibilidad es lo que hace falta en este mundo. Pero jamás nos debemos de olvidar de nosotros mismos.

    Voy a seguir leyendo el blog!

    Un abrazo!

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  2. Estoy totalmente de acuerdo, creo que sería amigo mío solo a ratos;)
    Muchas gracias por tu comentario. Espero que te guste lo que leas.

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