Papel encontrado en libro antiguo.

Nadie me avisó que mucho cambiaría durante ese breve instante y que sería muy complicado eliminarlo de mi cabeza. Nunca me avisaron que pensar fuera tan peligroso. Así he querido comenzar esta carta de suicidio, pienso que no hay mejor manera de hacerlo ni más acertada, ni manera más sincera de expiar ese dulce error, el único que he cometido y cometeré en mi vida, y en sus preciosas consecuencias. Al pensar dudé por un instante de la incorruptible creencia en mí mismo y el Diablo se me apareció frente a frente para aprovecharse de mi vulnerabilidad. Y consiguió que me temblaran las piernas y que dejara por ese tiempo de pisar en aquel suelo tan seguro por el que caminaba. Lo consiguió utilizando las palabras justas, utilizando una voz distinta a la mía, consiguiendo lo que pretendía, lo que en realidad quise. Y aún con todo eso soy incapaz de odiarle. Por eso escribo esta nota de suicidio, porque lo consiguió y tropecé, pensé con absoluta convicción y fui suyo por un instante, por un brevísimo instante. Por eso creo que lo mejor será que desaparezca.

Hoy estoy aquí para despedirme, aunque en realidad no quiera irme. Escribo esta nota para dejarla intencionadamente en este libro para que en algunos años alguien la descubra y encuentre la voz de un hombre que pensó. Confundido solo del pensamiento, el germen de cualquier acierto y de cualquier error, pero no arrepentido de acción. Mi pecado vivió solo en mi cabeza, de ahí no pasó, pero fue tan intenso que quemó mi conciencia hasta el extremo. Me confundió el simple hecho de pensar y sirvan estas líneas para confesarlo. Pensé, muy intensamente, tanto que parecía real lo que pensaba. Pero prometo que quedó solo en eso, en pensamiento. Y por eso mismo, por haberle dado una oportunidad a ese pensamiento, no merezco seguir aquí, lo justo es que ambos desaparezcamos y dejemos esta nota para decir que no sucumbimos, que resistimos, el pensamiento y yo, que fuimos fuertes, que nos miramos cara a cara y nos dijimos "oye, tú, se fuerte". Y lo fuimos, vaya si lo fuimos.

Pero quisimos, necesitábamos, cometer aquella locura, la locura de pensar, los dos lo necesitábamos, el pensamiento y yo, sin saber muy bien quién de los dos obligó al otro pero sabiendo que los dos fuimos uno, uno solo, en completa consciencia del mismo hecho de pensar. Escribo esta nota de suicidio para decir adiós, para decir que vamos a desaparecer y que solo queremos dejar escrito esto para que se sepa que aquella preciada casualidad, la de pensar, fue realmente maravillosa. Porque lo fue, vaya si lo fue.

Estas serán por tanto las últimas palabras que escribamos. Nos marchamos, que nadie nos espere porque no tenemos intención de volver. No al menos durante algún tiempo. Pero no sin antes decir que no nos arrepentimos. Más bien todo lo contrario. Sí, exactamente todo lo contrario. Pensamos y lo disfrutamos, nos dimos el gusto y el placer de pensar, incluso de sonreír por hacerlo, por mucho que supiéramos que pensar demasiado no siempre es bueno, pero que en la justa medida y por una vez sea un placer indescriptible. Y aquella vez lo fue, realmente lo fue.

A ti, que has encontrado este papel en este libro antiguo, te diré que pienses, que al menos una vez en tu vida te lo plantees. Pero solo una vez, no es bueno abusar. Piensa. Disfruta al hacerlo. Vive.

Y al Diablo que me obligó a pensar en aquel momento le diré que ni le odié, ni le odio ni le odiaré. Todo, absolutamente todo lo contrario. 

Y que hasta la próxima.






Comentarios