Los otros.

        La camarera mira entretenida y sonriente el móvil. Habla con alguien que le provoca timidez, gestos adolescentes. Un nuevo cliente llega. Ella tiene que abandonar el complaciente mundo en el que estaba para servir otro café. Debe abandonar su vida por un instante. Debe vivir para los demás.

            El nuevo cliente saca del bolsillo un libro mientras espera el café. Se observa ansiedad en su rostro. El libro le está gustando, le está atrapando. Quiere saber más. Lee, emocionado. Pero suena su teléfono. Será una obligación que no puede esperar. Debe abandonar su vida por un momento. Debe vivir para los demás.

            La mujer de la limpieza baila despreocupada al compás de la radio. Por un instante se olvida de todo y piensa que la fregona es su pareja de baile. Se mueve al compás. Se mueve con ritmo. Pero un hombre tropieza contra ella y hace que despierte. Se acaba el baile. Debe abandonar su vida por un segundo. Debe vivir para los demás.

            El joven de la carpeta mira con disimulo a la chica que habla por teléfono. La mira atento, furtivo, apasionado. Fantasea con ella. Fantasea con levantarse, abrazarla, besarla. Está rendido a ella. Pero alguien le pregunta algo. Despierta. Debe abandonar su vida por un segundo. Debe vivir para los demás.

            La chica de la zapatería se esconde tras el mostrador. Imagina salir de ahí, escapar, cambiar de vida. Se imagina recorriendo el mundo. Descubriendo lugares. Viviendo sensaciones que entre zapatos jamás va a descubrir. Pero un cliente pide su atención. Debe abandonar su vida por un instante. Debe vivir para los demás.

            El guarda de seguridad apura el tercer cigarro de la mañana. Afuera hace frío. Dentro de la estación aún más. Él piensa en la playa. Piensa en el verano. Ve a sus hijos correr por la orilla. Juega con ellos. Siente el calor. Pero alguien discute en las taquillas. Tiene que ir. Debe abandonarlos por un instante. Debe vivir para los demás.

            La camarera, el chico del libro, la mujer de la limpieza, el joven de la carpeta, la chica de la zapatería, el guarda de seguridad, nosotros,  vivimos cuando no tenemos que vivir para los demás. En esos breves instantes, en esos pocos momentos, calmamos la ansiedad. Imaginamos escenarios perfectos, sonreímos, jugamos, besamos. En esos momentos nada existe, salvo lo que nosotros queremos que exista.

            En esos momentos sentimos que tenemos el control verdadero sobre nosotros mismos. 

           Que somos libres.


            Que seríamos capaces de volar con la más leve de las brisas.

Comentarios

  1. Son tan poquitas veces las que podemos vivir para nosotros. Habría que atesorarlo más.

    Me gustó leerte.

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    1. Efectivamente habría que atesorar esos momentos.
      Muchas gracias por tu comentario.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Me gusta mucho lo que has escrito, y más aún la idea que transmites. Y a mi parecer deberíamos vivir para nosotros mismos más seguido ^^

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  4. Muchas gracias por tu comentario.
    Y aunque suene egoista, comparto tu idea de vivir un poco más para nosotros.

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