La nariz del karma.
Hay días en los que decir
que estás hasta las narices no es suficiente y por mucho que lo digas en voz
alta no consigues quedarte satisfecho. Nunca está de más repetirlo un par de
veces. Estoy hasta las narices. Estoy hasta las narices.
Hay dias que desde que suena el despertador hasta que lo miras
por última vez antes de dormir pierdes la cuenta de las veces que dices estar
hasta las narices porque hay dias que desde el inicio se tuercen y es imposible
arreglar. Derramas más leche en la encimera de la que pones en la taza, no
encuentras las llaves, te tropiezas al salir de casa, comienzan a llegarte
mails como una plaga, parece que va a llover y dejaste la ropa tendida, alguien
se sienta a tu lado en el Metro...¡hay más asientos vacios, por favor! Empezamos
mal el dia. Ya estoy hasta las narices.
Pero la cosa no cambia,
todo sigue igual. El dia se hace largo, tedioso. El mundo te parece un jungla
de la que quieres escapar, de la que sientes total desapego y que te ahoga, que
te consume. La rutina del dia a dia. Los mismos patrones, las mismas cosas que
ayer eran algo más hoy literalmente te arruinan el ánimo. Parece que a tu
alrededor todos sonrien y tú arqueas las cejas totalmente encabronado porque
estás hasta las narices. Y lo repites. Estás hasta las narices. Las horas pasan
lentamente, el tiempo no parece avanzar. Estás hasta las narices.
Entonces te da por
reflexionar. Imaginas ese vaso que te aconsejan que veas medio lleno. Lo
visualizas pero no lo sabes interpretar. ¿Está lleno? ¿Ya me he bebido la
mitad? ¿Tenía sed cuando lo hice? ¿En todos los vasos siempre hay agua? ¿El mío
puede ser una taza de café? ¿Quién se inventó esta mamarrachada? ¿A alguien le
sirve de algo? También recuerdas que alguien te dijo que el karma te devolverá
lo que ahora estás sembrando. Ahí te enfandas más aún. Porque el karma, si
existe, parece que hoy te odia. O puede que también esté hasta las narices y
haya decidido, por azar, fastidiarte el dia. Estás hasta...
Pero la cosa no cambia,
todo sigue igual. Y el mundo no ayuda. Recibes buenas noticias de otros que
piensas deberían ser tuyas. Pero no lo son. Te enfadas. Estás hasta las
narices. Caes en la cuenta de que es martes, de que queda aún mucha semana por
delante y te cuesta diferenciar entre rabia, envidia insana, decepción y, por
qué no, hambre. Pero es rabia, tanta que incluso te cuesta expresar tal
cantidad de odio hacia el mundo. No, no está siendo un buen dia ni mucho menos.
Llegas a casa. Te tiras
en el sofá. Cruzas los brazos, pones morritos, vuelves a tener ocho años y
dices “estoy hasta las narices”. Te dan un beso, te acarician, te dicen respira y te relajas porque te das cuenta
de que en el fondo quizá el karma no sea tan cabrón.
Hay dias que simplemente
él también puede estar hasta las narices.
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