One more day
Quizá
la pregunta más difícil de hacernos, la más complicada para encontrar una
respuesta que no nos hunda o al menos nos satisfaga es si somos o no realmente
felices. Será por eso que perdemos el tiempo en hacernos preguntas más
sencillas, menos trascendentales, más directas, cosas sin importancia para
ocupar nuestra mente y evitar caer en la tentación de cuestionarnos nuestra
plenitud.
Y no
sabemos si elegimos pensar así o es nuestra propia mente, cansada de nosotros,
la que busca un respiro.
Por
eso nos preguntamos ante el espejo si con otro corte de pelo pareceríamos más
jóvenes, si esa camiseta resalta el color de nuestros ojos. Tonterías.
Pequeñeces. Trivialidades. Minucias. Como preguntarnos cuál sería el desayuno
perfecto, cómo quedaría el salón con los muebles de otra manera, en qué restaurante puedes comer hoy. A quién
le puede interesar realmente eso, me pregunto; a quién.
Y
del camino al Metro piensas cien veces en comprarte unos zapatos nuevos, y
otras cien piensas en hacer un viaje, y cien más piensas que tienes que
aprender inglés de una vez por todas. Y mil veces piensas que no puedes seguir
perdiendo el tiempo. Y te cruzas con gente que mira al suelo, respetando el
silencio de la mañana, pensando seguramente también en demasiadas cosas para no
rendirse ante la evidencia de saber que, posiblemente, no sean tan felices como
intentan demostrar. Aunque sonrían. Aunque rían a carcajadas. Aunque les cueste
recordar cuando fue la última vez que se rieron tanto que incluso dejaron de
respirar.
Y
mientras esperas al Metro, que otra vez se vuelve a retrasar, te preguntas si
antes, en otro tiempo, eras feliz. Pero pensar en el pasado te provoca una
ligera decepción. Por eso piensas si en el futuro lo serás y de repente te invade una jodida ansiedad, que te vuelve
a provocar decepción y te identificas con ese vagon que camina unicamente en
dos direcciones, obligado a hacerlo siempre en la misma via. Ida y vuelta. Y vuelta a empezar.
Quizá
por eso evitas preguntarte si realmente lo eres o no, o si crees que lo eres y
te obligas a creerlo. Entonces del bolsillo sacas el móvil porque sabes que lo
poco que ese cacharro puede ofrecerte evitará al menos que pienses. Y eso es lo
que necesitas. No pensar. En nada. Solo en dejar que pase el tiempo.
Pero
el móvil tiene algún tesoro escondido que siempre está ahí esperándote. Alguien
te da los buenos dias y entonces sí,
sabes que no todo está perdido.
Y tú, ¿cómo te sientes hoy?
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