Nubes de color verde.
Los hay de muchos
tipos, de muchas formas e incluso de distintos colores. Los hay intensos, los
hay suaves, rápidos, intermitentes, cortos, largos, con la risa nerviosa, que
emiten un ligero ruido, los hay secos,
de cine y bíblicos. Los hay que provocan escalofríos, que nos emocionan, Los hay que solo duran un verano y mueren
prometiendo que serán eternos. Y los hay que sabemos que lo sí serán porque
nacieron para estar a nuestro lado.
Los hay que crecen
espotáneos y pausados bajo los acordes de una canción lenta, los hay que nos
sorprenden por mucho que los estuviesemos deseando, los hay que nos esperan por
mucho que nosotros queramos huir de su camino y los hay que irremediablemente
nos condenan a depender en exclusiva de ellos.
Los hay de amistad, de fraternidad,
los hay de bienvenida, los hay de despedida y cierre, los hay que son la
petición sin palabras de perdón y el reconocimiento callado de habernos
equivocado, los hay que terminan en un abrazo y los hay que se toman un respiro
para mirar directamente a los ojos y acariciar despacio el rostro de quien
siempre obliga a preguntarnos “y tú,
dónde te habías metido”.
Los hubo que fueron
a acabar en nuestra frente cuando de niños la noche nos aterraba, que curaron
milagrosamente nuestras heridas, que sirvieron para decirnos que alguien estaba
orgulloso de nosotros pero que no encontraba las palabras para decirlo, aquellos
que nos dan sin motivo aparente y aquellos que aún nos reservamos y en los que pensamos cada día.
Los hay que dimos por
primera vez y pensamos que nada los podría mejorar, los hay que dimos por
segunda vez y casi nunca recordamos, los hay que quisiéramos volver a sentir y
los hay que nos hacen sentir vivos aunque viajen cientos de kilómetros sobre
una pequeña nube de color verde.
Hay besos que no
pedimos por vergüenza porque la vida nos obliga a aparentar que somos fuertes y
pensamos que pedirlos puede significar que somos débiles. Y aunque no nos demos
cuenta los pedimos, lo hacemos, suplicamos que nos den ese beso, ese que traiga
la misma paz que en aquellas noches de terror infantil, que traigan la misma magia de las primeras
veces, que nos digan que todo va a ir bien.
Siempre hay besos.
Siempre los habrá, aunque no te los merezcas, siempre tendrás a alguien que
pensará lo contrario, que se te acercará , que te mirará, que te dirá con una
sonrisa que confia en tí, que cree en tí, que cerrará los ojos sabiendo que no
la harás daño, que juntará sus lábios a los tuyos y que te demostrará que el
peor de los momentos no es este, sino en el
que descubres que nadie quiere los tuyos.
Y existen , sobre todo, los besos que a este café le
faltan.
No es por nada pero me ha emocionado lo que has escrito, y sobre todo el final. Creo que vendré más por aquí. Sigue escribiendo así.
ResponderEliminar