Alma descafeinada.
Existen los de madre. Existen
los de padre. Los de hermanos. Existen los de aquellos locos bajitos. Y existen
los que encuentras cada noche y que te hacen dormir tranquilo.
Existen los que se dieron y quisimos que fueran eternos.
Existen los que se dieron y jamás tuvieron que existir. Y existen los que jamás
daremos y jamás sabremos qué sabor tienen.
Existen los que se alargan, los que nos dan calor.
Existen los que no nos transmiten nada, los vacíos, los que no tienen
significado. Y existen los de viejos amigos que queremos que jamás
desaparezcan.
Existen los de desconocidos que nos dan fuerza y aliento
cuando más nos lo necesitamos. Existen los que se dan cuando no encontramos las
palabras. Existen los que damos cuando alguien nos dice que tiene frío. Y
existen los que no pedimos y se pierden en el silencio.
Existen los que das mientras sonríes, los que das
mientras lloras, los que das mientras no muestras ninguna expresión. Existen lo
protocolarios, los que se saltan la norma establecida, los que no entienden de
momentos oportunos. Y existen los que hacen de cualquiera el mejor de todos
ellos.
Existen los que recordamos con tal exactitud que parecen
cobrar vida de nuevo, existen los que vemos por la calle y provocan en nosotros
cierta envidia. Y existen los que imaginamos practicamente a
diario con tal lujo de detalle que somos capaces de percibir el olor de esos
segundos.
Y existen también los que tuvimos y no supimos apreciar
hasta ese preciso instante de echarlos de menos.
Existen muchos tipos de abrazos. Tal vez demasiados. Y
tal vez no los suficientes. Existen quizá abrazos que aún no hemos probado
Y existen, sobre todo, los que a este café le faltan.
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