Despedida y cierre.
Las
peores despedidas son las que se hacen en silencio, aquellas en las que no se
dice nada, en las que no se cuenta nada, en las que uno hace mentalmente la
lista de todo lo que echará de menos mientras habla de cualquier trivialidad
con quien quiere y de quien elige despedirse ; “claro que empieza el frío, estamos ya en Octubre”, “ojito con el Atleti, que está muy fuerte”, “aquí
las ostias nos las llevamos los mismos”, “casi es mejor no leer las
noticias”, “nos debemos un café”, “estaré bien, tranquilos, que no me voy a la
guerra”. Esas despedidas que uno va haciendo mientras mira en silencio a
quien quiere recordar así, de esa manera, porque es como más te gustan. Porque
forman parte del pasado y más aún todavía del presente. Y porque no sabes cómo
serán o si estarán en el futuro.
Son
esas despedidas que consiguen hacer de cualquier momento un momento único.
Tienes la sensación de que todo sucede a cámara lenta. Pero tú sabes que no es
así. Y es por eso que, en silencio, te despides de cualquier objeto que te
rodee, que te aferre al lugar donde estás ahora. Y es por eso que callado te
despides de las paredes. En silencio te despides del sabor de cualquier comida.
En silencio te despides de las calles. En silencio te despides de tintineo de
unas llaves al otro lado de la puerta. En silencio te despides del tacto de la
ropa recién planchada. En silencio te despides del brillo del sol, del olor del
aire, lo aspiras fuerte. En silencio te vas despidiendo de los segundos que se
escapan entre los dedos mientras piensas que de todo te estás despidiendo.
Lo
son sin duda, las peores despedidas, las que haces en silencio, aquellas en las
que no dices nada, en las que solo miras y escuchas con la mayor de las
atenciones. Esas en las que dejas que sean los demás, que sean aquellos que
tienes delante, quienes hablen y se despidan de ti, que te digan lo mucho que
te echarán de menos y lo mucho que te quieren, que lo digan a su manera, pero
que lo digan. Y dejas que sean ellos que hablen porque tu prefieres escuchar
porque sabes que en algún momento necesitarás recordar su voz cuando necesites
un abrazo, cuando necesites hablar con alguien. Te despides a tu manera, en
silencio, porque necesitaras algo que recordar.
En
silencio porque no quieres que ni siquiera tu propia voz estropee ese momento. Solo sonríes y asientes.
En
silencio te despides también de ti mismo porque te gusta cómo eres en ese
momento.
Y
porque no sabes cómo serás o si estarás en el futuro.
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