Cosas de mayores.

                Hoy te toca a ti, es tu momento. Tendrás que soplar las velas.
           
            Los mayores, antes de soplarlas, en esos segundos previos entre que cogemos aire, llenamos nuestros carrillos,  acercamos la cabeza lentamente hacia la tarta, sonreímos más por vergüenza que por felicidad, más por la impaciencia del inminente bocado que por el momento en sí, mientras todos alrededor nos miran, ellos sí sonriendo de felicidad porque de alguna manera celebramos que todos seguimos vivos un año más, justo en esos segundos, los mayores pedimos un deseo. Suelen ser pequeñas tonterías, pequeñas ilusiones, casi siempre la mismas, y sonreímos mucho más aún cuando apagamos de un soplido todas las velas porque alguna vez no dijeron que si eso sucedía, el deseo se cumpliría. Y soplamos fuerte, muy fuerte. No tenemos nada que perder.

            Hoy vas a soplar dos velas, o al menos lo vas a intentar. Y vaya si te imagino haciéndolo. Regalo, lo que se dice regalo, hoy de mi parte no vas a tener. Pero te daré algo, una cosa distinta. Te diré lo que no tienes que pedir. Es muy fácil.

            No tienes que pedir ser guapa, o ser divertida, o ser inteligente. No lo pidas porque ya lo eres.

            No tienes que pedir ser tan mayor como tu hermano. Créeme, no es nada malo que alguien cuide de ti. Que alguien te proteja.

            No tienes que pedir alguien que te escriba, que te quiera, que extrañe tu sonrisa, que esté a tu lado en los buenos momentos, en los malos, o que siemplemente esté. No lo pidas porque ya los tienes. Pocos, pero suficientes, exactamente los que necesitas.

            No tendrás que pedir ni hoy ni nunca ser una princesa. Porque ya lo eres.

            Los mayores, después de soplar las velas, mientras los demás aplauden y algún rezagado entona el “es un muchacho excelente" dan besos y abrazos de absoluta sinceridad al protagonista. Hoy, de mi parte, besos y abrazos, lo que se dice besos y abrazos no vas a tener. Pero te daré algo mejor.

            Cierra lo ojos. Pide un deseo. Ahora ábrelos.

            No sé lo que has pedido. Pero si tu deseo coincide con el mio, princesa, tu y yo vamos a cansarnos de celebrar 26 de febrero.

            Pero calla. Guarda el deseo. Dicen que se cumplen si los mantenemos en silencio.

            Sigue durmiendo. Guarda oxígeno para esta noche.


            Y feliz cumpleaños María.

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