Hoja en blanco número tres.

Desde cualquier ventana iluminada. 1 de octubre de 2014.

Tenemos que hablar. Pero seré breve. Ni siquiera revisaré lo que escribo. Esta vez la forma no interesa. Sólo el contenido.

Jamás pensé en separarme de ti, jamás pensé que entre nosotros se diera una despedida, jamás pensé que tendría la sensación de echarte de menos antes de dejar de verte, jamás pensé que pudiéramos separarnos. Pero ven, siéntate sí puedes, tengo algo que decirte.

De verdad que no eres tú, esta vez soy yo, necesito alejarme de ti, de todo aquello que has significado y todo lo que representas, necesito dejar atrás tantas historias que hemos vivido, todas esas noches en vela soñando de la mano, tantos días de lluvia que al mismo tiempo regaron nuestras sonrisas, tantísimas primaveras en las que volvimos a enamorarnos como el primer día...como todos los días.


Siento ser tan egoísta pero necesito dejar de verte. Y siento no haberte preguntado antes, siento que tu opinión no me importe, siento que ya no nos quede tiempo, pero necesito dejar de verte y recordar en unos meses, cualquier mañana, por qué tengo tantas ganas de abrazarte ahora que te tengo delante. Por favor, déjame continuar. 

¿Sabes qué ya no recuerdo cuándo fue la primera vez que nos vimos? Tampoco soy capaz de recordar de que hablamos aquella vez, tampoco recuerdo cómo eras. Y no lo recuerdo porque cada día has conseguido sorprenderme con un nuevo recuerdo, siempre has tenido algo nuevo que ofrecerme. Siempre has estado ahí, a mi lado, no has perdonado un solo domingo juntos, no has perdonado un paseo, no has perdonado una llamada. Y ya ves, después de todo agarro la maleta y me voy. Perdóname.

Pero tú eres grande, eres importante, eres la mejor y muchos querrán vivir la cuarta parte de lo que hemos vivido, querrán aprender la mitad de lo que me has enseñado. Y tú lo harás, cambiarás su vida sin que se den cuenta y conseguirás que un nudo les ahogué si alguna vez tienen la osadía de dejarte atrás. Como ahora hago. Ahora mismo que algo me impide respirar.


Pero caímos en la rutina. Llegamos a lo más alto y creamos cimas invisibles que todos los días alcanzábamos. Por eso me voy. Porque quiero echarte de menos, no porque a quien vaya a conocer sea capaz de hacer que te olvide. No, tranquila por favor, eso no pasará. A ti te quiero lo suficiente para prometerte que volveré y que todo, absolutamente todo será mejor que antes. Y ahí si, ahí tendremos mil nuevas historias que contarnos y tu habrás guardado calientes los abrazos que me debes y yo tendré listos mi pies para volver a caminar juntos.


Perdóname, Madrid, perdona que me marche y que lo haga de esta manera, comenzando una carta de despedida en un tren y cerrándola días después mientras te miro.


Perdóname, pero me tengo que ir. No hace falta que te levantes, tranquila, sé dónde me esperas.


Sé que lo harás.


Y sé que al cielo volaremos juntos.


Cuídate Madrid. Y cuídame a los que dejo. Que algo tan bueno merece ser cuidado.

Hasta pronto.

Comentarios

  1. Madrid siempre estará esperándote con un café y algunas hojas en sus bolsillos

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