Madrugada a media tarde

Estimada vida:
Nos debe usted un presente, un hoy, un ahora. Y se lo digo sin acritud y con el máximo respeto posible, pero su manía de hacer que cada día sea un deja vù del anterior empieza a ser cargante. Le explicaré a qué me refiero, porque parece ser que no hablamos el mismo idioma.

Ha conseguido, seguramente sin intención premeditada, que vivamos una situación de espejismo y ansiedad que la mente humana, la actual me refiero, no está del todo preparada para asimilar. Me explico, es muy fácil. Queremos ser mayores y usted no nos deja. Queremos gritar y usted nos tapa la boca con la sensualidad mortífera de una femme fatal de las películas en blanco y negro de los cincuenta. Queremos levantar castillos y usted se dedica diariamente a soplar y soplar y soplar hasta nuestros sueños derribar. Y al final, lo que consigue, es que sigamos siendo niños que se esconden bajo la colcha a pensar cada noche lo que tendrán cuando sean mayores, que viajarán por todo el mundo, que tendrán una casa con jardín, que conducirán un coche tan guay como el de papá, niños con miedo a los pasillos largos y oscuros, niños a los que les amedrentan con una irremediable caída desde lo alto del columpio si intentan llegar a su cima.

Y vale, posiblemente la culpa no sea del todo suya, quizá nosotros tengamos una ambición desmedida por desear, simplemente, lo que creemos merecer. Es solo eso, ya hemos aprendido con el tiempo que todo tiene un límite, que estrenar jersey puede ser una auténtica fiesta, es decir, que tampoco le exigimos ya mucho porque sabemos hasta dónde podemos alzar la voz. Solo queremos salir de debajo del edredón y que no tengamos tanto frío como para pensar que debajo se está mejor. 
Y por favor, aprenda nuevas excusas, que el clásico “lo peor ya ha pasado” ni siquiera valía ayer, “después de la lluvia sale el Sol” está bien para el mes de Agosto, que “lo mejor está por llegar” resérvelo para el cine o la música.

Y perdone si le ofende cualquiera de mis malintencionadas palabras. Pero compréndame. Este es el primer pensamiento de la mañana, mientras se enfría el café, y uno tiene muy mal despertar. Y a veces, mi máxima motivación, seguir coleccionando las sonrisas que provoco en quien me rodea, no es suficiente para no decir que estoy ya hasta los huevos y que, sinceramente, como no sé a quién culpar prefiero culparla a usted.

Nos debe usted un presente, un hoy, un ahora. Y nos gustaría tenerlo pronto, para ayer ya es demasiado tarde.

Ya le exigiremos un futuro, creo que tenemos ese derecho. Mientras tanto aparte la mirada mientras aquí seguimos luchando, pulgada a pulgada, golpe a golpe, verso a verso.

Es lo único que hoy nos pertenece: imaginarnos la cara que tendremos cuando consigamos la victoria.
 
Nada más por hoy, querida vida.

Mañana volveremos a vernos.

Comentarios

Publicar un comentario