Sad Melody
Cantaba el maestro aquello de que siempre tendremos más de cien motivos para no acabar con todo, para no cortarnos las venas una mañana de jueves como esta en la que, por mucho que el sol brille ahí fuera, parece que nada ha cambiado, hace frío y no nieva en Diciembre, sigo leyendo las mismas noticias y revisando una y otra vez ofertas de empleo que ni siquiera sé si me gustan o si son de verdad. Más de cien palabras nos hace falta a todos para intentar ver que la cosa, aunque sea un rato, no va tan mal, ahora que resulta que los que mandan son los malos y los que se fueron hicieron lo que pudieron, ahora que el español no parece tan listo como la alemana y el francés de un chiste de mal gusto, ahora que todos los males del mundo no nos afectan porque tenemos demasiadas cosas en la cabeza como para preocuparnos de los demás. Más de cien mentiras, más de cien motivos que se ocultan (¡los muy cabrones!) para darnos alas de esperanza, nuevos impulsos para levantarnos de la silla y caminar, ya encontraremos destino y meta, pero primero hay que caminar. Siempre caminar, y si tenemos que volver un segundo sobre nuestros pasos, hagámoslo, sin miedo, que aquello que fuimos una vez nos servirá para ser lo que de mayor queramos ser. Más de cien motivos, más de cien excusas busco para no pensar que tanto tiempo en paro me consume, acaba poco a poco con la luz de expectación que hace tiempo vivía en mis pupilas. Y sé que hay gente peor, y sé también que puede que lo malo realmente acabe de comenzar, pero quejarse es necesario, el remedio terapéutico que aún no nos cobra el Estado.
En esas estaba hace unos minutos, pensando que me aburre estar sin hacer nada más que pensar en que quiero hacer algo y no puedo, apurando las últimas gotas del cuarto café de la tarde, imaginando que el palacio que me cobija se ríe de mi, que inevitablemente ya está aquí la Navidad, cuando he recordado los motivos únicos y verdaderos que necesito y quiero para seguir adelante, para seguir luchando de la misma manera en la que me enseñaron mis padres a pelear y a no rendirme, para recoger del suelo el indómito coraje que atesoran mis hermanas y una vez tuve, motivos como la sonrisa de un pequeño aprendiz de vida que me sonríe cuando me ve porque poco a poco sabe quién soy y me da la vida, motivos como saber que ya estás conmigo, que ya te tengo aquí y que no quiero que volvamos a separarnos. Motivos no me faltan, ni sueños, ni esperanzas, ni metas, ni promesas que cumplir. Me faltan oportunidades. A todos los que estamos así, nos faltan, es lo único que queremos y pedimos. Una oportunidad.
Ahora me doy cuenta de que todo esto es demasiado personal. También que no tiene mucho sentido y que a nadie le tiene por qué interesar, pero lo he dicho sin pensarlo demasiado, por una vez, escribo sin buscar la belleza que jamás encontré ni complacer no sé muy bien qué deseos. Escribo por escribir, por no levantarme de la silla con único pretexto de prepararme otro café.
Volveré, un rato nada más, a seguir buscando esa oportunidad que quiero y creo merecer. Internet es demasiado grande y quizá no haya buscado bien.
Después volveré a repasar lo que tengo bien seguro conseguiré el día de mañana.
Porque nadie me enseñó que rendirme fuera una opción posible.
PD.: Montes, algún día te rendiré el tributo que te mereces. Hoy solo quiero decirte que me acordé de ti.
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